jueves, 13 de febrero de 2014

TEMA DE NIETZSCHE

 

FILOSOFÍA. TEMA 3: NIETZSCHE
1.- CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO DE “EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS”
Vida de Nietzsche: Nace F. Nietzsche en Röcken (Prusia) en 1844 y muere el 25 de agosto de 1900 en Weimar.
Hijo y nieto de pastores protestantes, a pesar de lo cual fue un gran ateo. Realizó estudios clásicos en la escuela de Pforta (donde ya se habían formado Fichte y Schlegel). A su salida del instituto comienza los estudios de filología y teología en la universidad de Bonn, donde era discípulo del gran helenista Ritschl, al que seguirá en 1865  a su nueva cátedra de Leipzig. Allí es donde recibe la revelación de su vocación filosófica a través de la lectura deSchopenhauer.
Filólogo muy brillante, es nombrado a los 25 años catedrático extraordinario de la universidad de Basilea.
En 1874 fue nombrado decano de su facultad por dos años. En mayo de 1879 se vio obligado a dejar la docencia por motivos de salud; desde entonces residió en diversas ciudades: Roma, Niza, Venecia, Turín, Sils-María.
El 3 de enero de 1889 sufre un colapso en Turín y posteriormente es ingresado en una clínica  psiquiátrica en Basilea con el diagnóstico de parálisis general. Muere en la casa de su hermana en agosto de 1900.

Contexto histórico y cultural: Veremos en primer lugar el contexto histórico de cada uno de los tres países en los que transcurrió la vida de Nietzsche y después las características intelectuales propias de la segunda mitad del siglo XIX.
1. El movimiento nacionalista germánico culminó en la unificación de 1871, formándose así una nueva Alemania que, convertida en potencia militar, desencadenará no pocos desequilibrios en Europa. Nietzsche, adversario de esta Alemania unificada, rechazó la nacionalidad alemana y adoptó la suiza.
En Suiza, uno de los lugares de residencia y trabajo preferidos de Nietzsche, estaba en vigor la Constitución de 1848, que consagraba un Estado confederal en el que el poder central estaba muy limitado por el poder de los cantones. Dicha Constitución consagra también la tradicional neutralidad de Suiza, sólo rota por la invasión napoleónica de primeros de siglo.
Por último, en Italia, la semilla nacionalista y revolucionaria se abrió paso durante la etapa histórica llamada Risorgimento. Esta etapa culmina con la proclamación de Victor Manuel II de Saboya como primer rey de la Italia unificada. En 1870 Roma fue ocupada por los nacionalista y pasó a ser capital del reino.
2. Culturalmente, el siglo XIX es llamado la era de la ciencia, denominación justificada por la grandiosa creación científica del momento que tiene su reflejo en la filosofía con el surgimiento del positivismo de Comte, entre otros. Pero no son los positivistas los únicos deslumbrados por los éxitos científicos. Marx intentó hacer de su pensamiento una obra científica y, en el mismo Nietzsche, tan crítico con la frialdad del conocimiento científico en muchos de sus escritos, podemos encontrar un periodo positivista.
Sin embargo, la segunda mitad del siglo no es sólo admiración por los logros científicos. También es lo que podríamos llamar la era de la sospecha: Feuerbach sospecha que la religión es la respuesta del hombre a la toma de conciencia de sus limitaciones, Marx y Engels sospechan que el esplendoroso sistema capitalista sólo subsiste sobre el sufrimiento de la gran mayoría de la población que es el proletariado, Nietzsche mismo sospecha que las creaciones culturales –filosofía, religión, moral, ciencia- no son más que manifestaciones de la “Voluntad de Poder” y, pasado el tiempo, Freud sospechará que nuestro comportamiento se encuentra dominado por fuerzas inconscientes.
Contexto filosófico: Paralelamente a la actitud de denuncia surgen distintas corrientes filosóficas que recibieron el nombre de vitalismo e historicismo, y que defienden que la vida no puede explicarse considerando sólo los elementos racionales (como hizo Hegel) o los científicos (como hacen los positivistas).
   En efecto, aducen, la vida es historia, cambio, proceso, devenir, irracionalidad, no puede medirse matemáticamente. La razón no es suficiente para explicar la naturaleza y las actividades humanas. Sólo la intuición del artista, dotado de una capacidad especial, puede entender la realidad humana.
   Nietzsche es el más importante de los filósofos vitalistas, pero el precursor de estas ideas fue Schopenhauer. Para este filósofo lo más propiamente humano no es la capacidad racional –apartándose así de toda la tradición occidental, desde los griegos- sino la voluntad de vivir, voluntad que no se encuentra solamente en el hombre sino en toda la realidad: también en los animales, en los vegetales y en el mundo inorgánico - como en la piedra que se resiste a la erosión-. Y en esa voluntad de vivir, de sobrevivir, no hay límites, ni racionales ni morales. Todas las cosas se devoran mutuamente, como los lobos devoran a los gatos y los gatos a los ratones.
   No podría entenderse uno de los conceptos centrales de la filosofía de Nietzsche, como es el de Voluntad de Poder, sin este pensamiento schopenhaueriano.
   Por último, hemos de hacer algunas consideraciones acerca del texto propuesto: el capítulo titulado La “razón” en la filosofía, de “El Crepúsculo de los Ídolos”.
   En primer lugar hay que decir que esta obra, de 1889, pertenece, junto con “Más allá del Bien y del Mal”, o “El Anticristo”, al llamado periodo crítico nietzschiano. Periodo en el que Nietzsche emprende una furibunda crítica de toda la tradición occidental en lo tocante a filosofía, religión, moral, etc., pero periodo posterior a la publicación de “Así habló Zaratustra”, obra cumbre de su pensamiento.
   En segundo lugar, La “razón” en la filosofía va después de una interpretación de Sócrates en la que Nietzsche lo presenta como el iniciador de la decadencia griega: procede del pueblo bajo, es plebeyo y es feo; no puede ganarse los favores de los bellos efebos e inventa, para ello, la dialéctica racional con la que deslumbrar con la palabra, en un juego perverso de preguntas y respuestas. Pero ya se ha producido la gran suplantación, la que pone la razón delante de la vida.
   Pero el ataque más profundo lo hace Nietzsche contra la metafísica platónica, afirmando que no es más que “egipticismo”, es decir, la resistencia a admitir el paso del tiempo, el odio contra la idea del devenir. Por esto inventa Platón un mundo donde no pasa el tiempo, donde no hay cambio, movimiento, devenir, procreación, destrucción, muerte, envejecimiento, enfermedad, placer, sentidos, un mundo de perfectas Ideas eternas que es, justamente, la negación del único mundo realmente existente: este en el que vivimos.
     
2. CRÍTICA A LOS VALORES DE LA CULTURA OCCIDENTAL.

       Parte Nietzsche de este supuesto: la cultura europea está viciada desde su origen. Es una cultura racional y dogmática, y por eso es decadente, porque se opone a la vida, a los instintos, empeñada en instaurar la racionalidad a toda costa. Es preciso criticar el dogmatismo para eliminar el error de base. Nietzsche hace una crítica total que abarca todos los aspectos de la cultura europea.

1. Crítica a la moral: La crítica más profunda la hace Nietzsche a los valores morales. El principal error de la moral tradicional es, según él, su “antinaturalidad”, es decir, el ir contra la naturaleza, contra la vida. Es aquella moral que, en virtud de leyes, decálogos, normas e imperativos, se opone a la vida, a los instintos primordiales de la vida. Así ha sido la moral enseñada hasta ahora en Occidente, donde se ha considerado “bueno” precisamente a todo lo que, desde el punto de vista de la vida, es profundamente inmoral.
   Como veremos más adelante, toda vida es voluntad de poder, de dominio. Ahora bien, la voluntad de dominio no siempre va acompañada de dominio efectivo –una cosa es que yo desee dominar y otra cosa es que pueda hacerlo- En el choque de voluntades, unas se oponen a otras necesariamente. Los que se imponen adquieren también el poder del lenguaje y llaman “bueno” a lo que ellos mismos son y “malo” a lo que son los sometidos. Surge así la moral de señores, la moral aristocrática –de los mejores- moral caballeresca, propia de los espíritus más elevados, la que ama la vida con todas sus consecuencias, ama el poder, la grandeza, el placer; es la moral propia del superhombre, la del que quiere la muerte de Dios.
    Pero los sometidos no pierden su voluntad de dominio, de poder. Al contrario, quieren vengarse de su derrota. Quieren…pero no pueden porque son débiles.
    Entonces nace el resentimiento, un afán de venganza terrible pero impotente. Los resentidos engendran sus propios valores, que se resumen en que ser una voluntad fuerte es malo. Su única posibilidad de venganza es que los fuertes asuman los valores de la debilidad, que se avergüencen de su propia fuerza. Esta es la moral de esclavos. Para ellos lo “bueno” es el dolor, el sufrimiento, la pequeñez, la humildad, la amabilidad, la compasión, la resignación, la paciencia…una moral que nace con el judaísmo, hereda el cristianismo y tiene como base filosófica el platonismo. Platón detesta el mundo sensible, el mundo de la vida; huye de él porque es violento, cambiante, degenerativo y, en última instancia, la vida es envejecimiento y muerte. Por eso inventa  el mundo de las ideas, el  “más allá” religioso para los judíos y los cristianos. El centro de gravedad de lo bueno y lo malo se pone no en esta vida, sino en la otra, en el más allá, en el hombre celeste. Al afirmar que alguien desde fuera del mundo, fuera de la vida, dirige a los hombres se ha conseguido que prevalezcan  los valores de los débiles: la compasión, la misericordia, el sacrificio…, en los que se ve la prevalencia de los instintos de resignación sobre los de superación.

 2.- Crítica a la religión cristiana: Toda la religión nace del miedo, de las angustias y necesidades, de la impotencia que siente el hombre en sí mismo. Por lo tanto, ninguna religión ha contenido jamás ninguna verdad. Concretamente el cristianismo  ha invertido los valores de la antigua Grecia y Roma, que eran valores de vida (Dionisíaco) y se ha inventado un mundo ideal (Apolíneo), celestial, perfecto, que supone:

el extravío más fuerte de los instintos
el fomento de los valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio, etc., que son sentimientos propios del rebaño
el atentar contra la vida, al hablar del pecado se aniquilan las formas y valores más nobles de la vida.

3.- Crítica a la filosofía tradicional: Esta crítica, que se resume perfectamente en el texto propuesto,  tiene una unión con la que hace a la moral: la moral tiene su base en la filosofía platónica con sus dos mundos diferentes: el mundo ideal y el mundo real. El mundo real, sensible, es malo, causa de perdición. La Fª tradicional es dogmática: considera el ser como algo estático, fijo, inmutable, abstracto. Pero ese ser no existe. Sócrates hizo triunfar la razón sobre la vida; detrás del idealismo y racionalismo de Sócrates y Platón, detrás de la metafísica occidental, se esconde el espíritu de decadencia, el odio a la vida y al mundo. En definitiva, el supremo error de la Metafísica es haber admitido un mundo aparente frente a un mundo real, cuando sólo es real este mundo en que vivimos. Sólo existe el mundo de las apariencias, de los fenómenos. De ahí que Nietzsche admire a Heráclito.

La crítica radical de la religión, de la moral y de la metafísica se resume, metafóricamente, en la muerte de Dios. Esta supone la liberación de un gran peso que abruma al hombre: el peso de la idea de un más allá, de la trascendencia objetiva. Nietzsche llega al convencimiento de que la idea de Dios es lo que impide al hombre ser hombre, llegar al superhombre. Por eso piensa que para que viva el hombre tiene que morir Dios. La muerte de Dios significa que se han derrumbado los pilares que sostenían la tradición, la historia y la cultura de Occidente. La muerte de Dios es fruto del modernismo, sus raíces se encuentran en el Renacimiento (antropocentrismo), el Racionalismo (la razón como fundamento de todo, Descartes), la Ilustración (el poder del pueblo, no de Dios) y el Positivismo (poder de la ciencia). No hay lugar para Dios en la cultura moderna: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir. Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo. Todos somos sus asesinos…”
En el fondo no es al Dios de la Biblia al que está criticando, sino a la sistematización platónica e idealista de Dios y de la religión. Quien está en el banquillo de los acusados es la teología cristiana, la figura de Cristo es respetada, la rebelión se dirige contra las formas históricas y culturales en las que el cristianismo se encarnó. Con la muerte de Dios el hombre se libera a sí mismo, con ello se acaba la historia antigua y comienza una nueva historia; en ella el hombre, liberado de mitologías y supersticiones, se puede convertir en creador de su propio destino, y llegar, por fin, a ser hombre. Zaratustra es el gran pregonero de la muerte de Dios, que ha sido suplantado por el superhombre. Sus dos anuncios son: “Dios ha muerto. Viva el superhombre”




3. EL NIHILISMO Y SUS FORMAS.     
      El nihilismo no es una doctrina filosófica, sino un movimiento histórico peculiar de la cultura occidental. Es el destino de los pueblos occidentales. La consecuencia inevitable del platonismo y de su manifestación más burda y popular, el cristianismo.
   El platonismo y el cristianismo situaron todo lo “bueno”, todo lo “bello”, todo lo “noble” en un ilusorio más allá, en un mundo de supuestas Ideas o en un supuesto cielo, que, para el caso que nos ocupa, son la misma cosa. He aquí la primera forma de nihilismo: al dotar al mundo suprasensible de todo el sentido de la vida terrenal, el platonismo y el cristianismo vaciaron este mundo de valores positivos  - la carne es pecado, el cuerpo es una cárcel - ; el mundo sensible es mera apariencia, es nada.
   Pero más trágica es, si cabe, la segunda forma de nihilismo: después del golpe mortal que la ciencia del Renacimiento asesta al Cristianismo   - todos los mitos cristianos se derrumban como fichas de dominó - , Occidente se queda sin brújula, sin sentido que darle a esta vida. Si “Dios”, como síntesis del fundamento suprasensible y origen de todo lo real, ha perdido toda su fuerza obligatoria y, sobre todo, “constructiva”, es obvio que el ser humano ha perdido totalmente su orientación en el mundo. Es el momento de la tremenda duda, de la desorientación radical y de la pérdida de sentido.
   Pero esta situación tiene su cara positiva, porque podemos afirmarnos en el propio nihilismo, asumirlo y pensarlo. Es el momento de la reflexión, del distanciamiento con respecto a la tradición platónico-cristiana.
   Sólo desde este distanciamiento, desde esta ruptura con la tradición, es posible una nueva valoración de la vida, de la esperanza, la “gran aurora”. Una nueva valoración del mundo y de la vida que ha de realizarse desde un supuesto necesario y básico: el ateísmo.

   En La Gaya Ciencia Nietzsche subraya que
“el acontecimiento más importante de la época actual -que ´Dios ha muerto`, que la fe en el dios cristiano ha sido imposible de mantener- ya empieza a disipar las primeras nubes sobre Europa. Al fin el horizonte se presenta libre ante nosotros, a pesar de no ser brillante; al fin el mar, nuestro  mar, se abre. Quizás nunca se haya abierto así un mar”

   En otras palabras, el declive de la creencia en Dios abre el camino a las energías creadoras de los hombres, a su desarrollo total; el dios cristiano, con sus mandatos, con sus prohibiciones, queda a un lado del camino; y los ojos del hombre no estarán más tiempo vueltos hacia un mundo irreal y sobrenatural, hacia el más allá, sino hacia este.

 “El concepto ´Dios` ha sido hasta ahora la objeción mayor contra la existencia, con él se declara la guerra a la vida, a la naturaleza y a la voluntad de vivir. Dios es la fórmula de toda calumnia contra este mundo y de toda mentira respecto al más allá”
  
Nietzsche reconoce que han existido hombres ilustres que han sido creyentes, pero mantiene que, al menos en nuestros días, cuando la existencia de Dios no puede ya garantizar la fuerza, la libertad intelectual, la independencia, es importante para el futuro del hombre defender el ateísmo. La fe es, para nuestro autor, un signo de debilidad, de cobardía, de decadencia, una actitud negativa ante la vida. El cristianismo hace a los hombres débiles, sumisos, resignados, humildes, tortura su conciencia y los incapacita para desarrollarse libremente. Hombres así no pueden ser creadores de nuevos valores.

4. LA TRANSVALORACIÓN Y EL IDEAL DEL SUPERHOMBRE.    
     Como hemos visto, el inevitable advenimiento del nihilismo significará el ocaso de la civilización cristiana decadente de Europa. Pero al mismo tiempo se despejará el camino hacia un nuevo horizonte, hacia la transformación de los valores y hacia el nacimiento de un tipo superior de hombre.
 No hay en la literatura nietzscheana una descripción detallada de lo que ha de ser el “superhombre”; una vez más, nos  encontramos referencias, frases sueltas, aforismos…todas ellas consecuencia de su concepción metafórica del lenguaje. He aquí algunas de ellas:
“No la humanidad` sino el superhombre  es la meta”
“El hombre es algo que ha de ser superado; el hombre es un puente y no un fin.”
“El superhombre es el sentido de la tierra. Deja a tu voluntad decir: el superhombre tiene que ser  el sentido de la tierra.”
“El hombre es el puente entre el animal y el superhombre, un puente sobre un abismo.”

   El hombre evolucionará hacia el superhombre. Pero esa evolución no se producirá por la acción ciega de la selección natural, como ha ocurrido hasta ahora. El superhombre no podrá llegar a menos que los hombres superiores tengan la audacia de transformar todos los valores, de quebrar las viejas tablas de valores, especialmente los valores cristianos, y crear otros nuevos partiendo de su vida y de su poder fecundos. Los nuevos valores marcarán una dirección y una meta a los hombres superiores, y el superhombre es, será, su personificación.
   El hombre, hemos dicho antes, es sólo un puente hacia el superhombre; en este se presentarán nuevas virtudes, nuevos valores. Mientras tanto sólo nos queda  - a nosotros, hombres del siglo XX -  ir preparando su venida mediante la gran política.
   ¿Qué es la gran política? Es la preparación que posibilita al hombre la superación de la moral contranatural, el adiestramiento que ha de llevarnos al superhombre. Para ello debemos empezar a desembarazarnos de determinados valores y adoptar otros nuevos, pero nuestro autor no dice cuáles habrían de ser éstos (tal vez el ataque de locura que le sobrevino con tan sólo cuarenta y cinco años le robó el tiempo necesario para ello). Podemos, eso sí, escudriñar en su obra qué valores NO tendría el superhombre.
   El superhombre no creerá en:
1. El pueblo: “En los lugares donde el pueblo come y bebe, e incluso donde rinde veneración, suele heder. No debemos entrar en iglesias si queremos respirar aire puro”.
2. El humanitarismo: “¡Oh humanitarismo! ¡Qué imbecilidad!”
3. El bien común: “Lo que puede ser común tiene siempre poco valor”
4. La fe: “La fe  cristiana es, desde el principio, sacrificio: sacrificio de toda libertad, de todo orgullo, de toda autocerteza del espíritu; a la vez, sometimiento y escarnio de sí mismo, mutilación de sí mismo”
5. El bienestar: “El hombre que ha llegado a ser libre, y mucho más el espíritu que ha llegado a ser libre, pisotea la despreciable especie de bienestar con que sueñan los tenderos, las vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es un guerrero.”
6. La igualdad: “Sólo es una artimaña de los débiles de espíritu, de los cristianos y de los socialistas. El hombre superior dice sí a las jerarquías, a la inalienable diferencia que tiene que haber entre los hombres.”

    Aunque no podemos, por las razones aducidas, encontrar en la obra nietzscheana una nueva tabla de valores, sí podemos encontrar el modo de construirla: “el superhombre, afirma Nietzsche, cree en el Eterno Retorno”. El Eterno Retorno es la hipótesis de la repetición de la vida, de nuestra vida, hasta en sus más mínimos detalles.
“El principio de conservación de la energía exige el retorno eterno. (…) En un tiempo infinito se deberían haber dado todas las combinaciones posibles. Como entre cada combinación y su retorno subsiguiente tendrían que darse todas las otras combinaciones posibles, y como cada una de ellas condiciona la sucesión total de combinaciones en las mismas series, ha de existir un ciclo de series absolutamente idénticas.”

 
 Según Nietzsche, este fue su “pensamiento más profundo”. Su importancia es crucial, pues si efectivamente hemos vivido nuestra vida un sinfín de veces y hemos de volverla a vivir eternamente, nuestro amor por ella ha de ser total. Ahí está la clave de la nueva moral del superhombre: el amor a la vida sin ninguna condición, hacer en cada momento lo que eleve la calidad de la vida, porque tendremos que repetirlo eternamente.

La transformación del hombre en superhombre pasa por tres cambios sucesivos o tres estadios:
1. Camello El espíritu del hombre es, en primer lugar, un camello, un animal de carga, que obedece a su amo sin quejarse. Éste le manda y él obedece.
2. León. El hombre-camello, cansado por el peso de la carga, se rebela contra su amo y lo derriba. Entonces se convierte en el hombre-león, crítico y dueño de sí mismo, que impone el “yo quiero” y su voluntad.
3. Niño. A medida que se va quitando las cargas, se va haciendo el creador de sus propios valores; se convierte en el hombre-niño que busca la afirmación de sí mismo.




(Se podría comparar con la dialéctica de Hegel: Tesis= camello, Antítesis= león, Síntesis= niño. O con la dialéctica de Marx: Tesis=camello= trabajador oprimido por los propietarios de los medios de producción, Antítesis=León= hombre que realiza la revolución, al abolir la propiedad privada de los medios de producción, Sintesis= niño= hombre nuevo que disfruta de la propiedad colectiva de los medios de producción en una sociedad sin clases)

A partir del tercer momento (niño) es cuando empieza a surgir el superhombre que da lugar a la nueva humanidad libre y creadora. Sus características fundamentales serían (extraídas de su obra):
Ansia de vivir: El superhombre se preocupa de la vida, valora, en particular, la vida corporal, la salud, el placer, las pasiones, la violencia, la victoria, el éxito…las virtudes que ama son la fuerza física, el poder, la rebeldía del fuerte y del poderoso.
Superación: Superación de la moral tradicional cristiana. no está sometido a ningún precepto moral porque se sitúa más allá del bien y del mal. Su conciencia es la conciencia de la naturaleza, lo que favorece a la naturaleza es bueno, lo que la perjudica es malo.
Superior: El superhombre es un ser superior, que dice sí a las jerarquías entre los hombres: la igualdad sólo lleva a la moral de rebaños, de esclavos. Debe practicar la moral de los señores.
Tierra: Vive la fidelidad a la tierra, lejos de la trascendencia metafísica de los filósofos, lejos de la idea de Dios. Es fiel a lo terreno, a lo que pisa, olvidando las elucubraciones espirituales. Es el más acá lo que le preocupa hasta que lo vive con toda intensidad.
Poder: El superhombre vive la voluntad de poder, que es la consecuencia de las ansias de vivir. Es la voluntad de recrear el mundo y sus valores.
Retorno: Es el ser que vive el eterno retorno. Querer el futuro es volver a querer el pasado; todo ha existido ya.

5. LA VOLUNTAD DE PODER.   
      Voluntad de poder significa voluntad de dominio, fuerza, impulso vital, emoción, pasión, voluntad de poderío, la ley del más fuerte. Es la exaltación de la fuerza. La voluntad de poder afirma, pues, la vida  - con todas sus alegrías y sinsabores -, la vida total y terrenal. La afirmación de la tierra y de la vida supone el abandono de una ilusión y un radical ateísmo.
   Abandono de la ilusión de que las cosas realmente valiosas se encuentran en otro mundo, en un más allá beatífico y feliz, en Dios. Es preciso transmutar los valores, buscarlos en esta vida. Pero eso sólo es posible si abrazamos y nos guiamos por la consecuencia lógica del ateísmo: Dios ha muerto, ya no es nuestro guía y norte, no hay más que un mundo, al que hay que dotar de sentido.

6. MARX, NIETZSCHE Y FREUD, PENSADORES DE LA SOSPECHA.
   La filosofía moderna, desde Descartes en adelante, otorga al hombre, concebido como ser racional, el puesto central. Se confía en el poder de la razón para descifrar la realidad y contribuir al progreso de la humanidad. Eso sí, se trata de una razón liberada de su dependencia de la fe, liberada de lo que los filósofos modernos consideran las tinieblas de la superstición y la ignorancia. Una razón liberada de la religión.                                                   
   Sin embargo, el siglo XIX -y más aún el siglo XX- con su espectáculo de guerras, injusticias y violencias, se empeñaron en mostrar el fracaso del proyecto de la Ilustración, según el cual la razón y la ciencia conseguirían llevar a la Humanidad de la definitiva felicidad.

La CRISIS del proyecto ilustrado en estos dos siglos se manifiesta  en la obra de tres hombres, conocidos como filósofos de la sospecha, que han marcado profundamente la historia europea contemporánea: Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. Sus obras cuestionan radicalmente los cimientos de la Ilustración: la confianza en el poder de la razón. Para ellos, la realidad, en sus diferentes planos, escapa al control de la razón, ya que está dominada por fuerzas ciegas. Domina en los tres una actitud de sospecha, de desconfianza ante lo que se presenta en un primer plano, que podríamos llamar racional. Para descubrir la significación de eso que se nos presenta, hemos de tomarlo como una máscara que oculta la verdadera realidad.
 Marx mostró que los frutos de la razón dependen de una base material constituida por fuerzas de carácter económico. Dichos frutos, calificados de ideología, no son más que invenciones de la clase dominante para mantener sus privilegios. En esta línea denunciará la buena conciencia de la burguesía para mostrar lo que hay en su fondo: intereses de clase que buscan mantener su dominación, que se asienta en una determinada infraestructura económica. 
Nietzsche desenmascaró los grandes ideales de la humanidad como instrumentos de la voluntad de poder. En la realidad hay, ciertamente, desorden, sufrimiento y muerte; por eso la vida sólo es soportable si se aparta la vista de esa realidad y colocamos ante nuestros ojos alguna ilusión  que la haga vivible. Esa ilusión puede ser Dios, pero también puede ser la creencia en que la razón puede, por sí sola, dominar completamente la realidad y acabar de una vez por todas con el terror, construyendo un mundo libre del desorden, de la incertidumbre y, en última instancia, de la muerte. 
Freud cuestionó la autodeterminación racional del hombre, al mostrar las fuerzas inconscientes que lo dominan. El superyó, el yo y el ello, las tres instancias de la personalidad, luchan en el interior de los individuos, lucha que el yo consciente no puede soportar y de la que se defiende justificándose racionalmente.
   Pero estas técnicas de interpretación son también técnicas de curación: de la sociedad en Marx, de la humanidad en Nietzsche, y del individuo y de la cultura en Freud. Todos ellos denuncian una enfermedad y proponen una técnica de curación.
-Marx denuncia la alienación que padece el hombre en la sociedad capitalista; y propone como técnica de curación  la supresión de la propiedad privada de los medios de producción;
- Nietzsche denuncia el nihilismo que se oculta en los grandes ideales de la humanidad; y propone como curación un nuevo ideal afirmativo de la vida, fiel a la voluntad de poder.
- Freud denuncia la neurosis a la que conduce una cultura excesivamente represora; y propone como curación el análisis de nuestra vida inconsciente, que nos lleve a su reconocimiento y aceptación.



7. TEXTO DE NIETZSCHE PROPUESTO PARA SELECTIVIDAD.
NIETZSCHE, F:
El crepúsculo de los ído­los (1888). (Trad. A. Sánchez Pascual).
La "razón" en la filosofía

¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otor­gar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno], cuan­do hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido ma­nejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo na­da real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, ‑se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuan­do adoran. La muer­te, el cambio, la ve­jez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones,‑ incluso refutacio­nes. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos cree­n, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. "Tie­ne que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? - "Lo tenemos, gritan dichosos, es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos enga­ñan acerca del mundo verdadero. Moraleja: des­hacerse del engaño de los sentidos, del de­venir, de la historia [Historie], de la mentira, ‑ la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". Ser filósofo, ser momia, representar el monóto­no‑teísmo con una mímica de sepulturero! ‑ Y, sobre todo, fuera el cuer­po, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real! ... "

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Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mien­ten ni del modo como creen los eléa­tas ni del modo como creía él, ‑ no mienten de ningu­na manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la men­tira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia, de la dura­ción... La "razón" es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mos­trando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito ten­drá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo "aparente" es el único: el "mundo verdadero" no es más que un añadido mentiroso...‑Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espec­troscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a  aceptar el testimonio de los sentidos, ‑ en que hemos apren­dido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y toda­vía‑no‑ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento. 0 ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en general ese convencionalismo de signos que es la lógica.‑

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La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo últi­mo y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final ‑por desgra­cia!, pues no debería siquiera venir!‑ los "conceptos supremos", es decir, los con­ceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito pro­venir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [cau­sa de sí mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto ‑ ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupen­do concepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]... Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! ‑ Y lo ha pagado caro! ...

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‑ Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan distinto como nosotros (‑digo nosotros por cortesía) vemos el problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se tomaba la modificación, el cam­bio, el devenir en general como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene que haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta medida en que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad, identidad, duración, sustancia, causa, coseidad, ser, nos vemos en cierto modo cogidos en el e­rror, necesitamos al error; aun cuando, basándonos en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos muy se­guros de que es ahí donde está el error. Ocurre con esto lo mismo que con los movi­mientos de una gran constelación: en éstos el error tiene como abogado permanente a nuestro ojo, allí a nuestro lenguaje. Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo grosero cuando adquirimos con­ciencia de los presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la voluntad es la cau­sa en general, cree en el "yo", cree que el yo es un ser, que el yo es una sustancia, y proyec­ta sobre todas las cosas la creencia en la sustancia‑yo  ‑así es como crea el concepto "co­sa"... El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas par­tes como causa; del concepto "yo" es del que se sigue, como derivado, el concepto "ser"... Al comienzo está ese grande y funesto error de que la voluntad es algo que produce efec­tos ‑ de que la voluntad es una facultad... Hoy sabemos que no es más que una palabra... Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la conciencia de los filó­sofos, para su sorpresa, la seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la razón: ellos sacaron la con­clusión de que esas categorías no podían proceder de la empi­ria, ‑ la empiria entera, decían, está, en efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde pro­ceden, pues? ‑  Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error: "nosotros tene­mos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto (‑ en lugar de en un mundo mucho más bajo: lo cual habría sido la verdad) nosotros tenemos que haber sido divi­nos, pues poseemos la razón!"... De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza persua­siva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue formulado, por ejemplo, por los eléatas: ese error tiene en favor suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pro­nunciamos! ‑También los adversarios de los eléatas sucumbieron a la seducción de su con­cepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su átomo... La "razón" en el lenguaje: oh, qué vieja hembra engañadora!  Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios por­que continuamos creyendo en la gramática...

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Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.

Primera tesis. Las razones por las que "este" mundo ha sido calificado de aparente funda­mentan,  antes bien, su realidad, ‑otra especie distinta de realidad es absolutamente inde­mostrable.

Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al "ser verdadero" de las cosas son los signos distintivos del no‑ser, de la nada, ‑a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es como se ha construido el "mundo verdadero": un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico‑moral.

Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de "otro" mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimien­to, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fan­tasmagoría de "otra" vida distinta de ésta, "mejor" que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y en un mundo "aparente", ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevo­so), es únicamente una sugestión de la décadence, ‑un síntoma de vida descendente... El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues "la apariencia" significa aquí la realidad una vez más, sólo que se­leccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, ‑dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco.. .
Cómo el "mundo verdadero" acabó convirtiéndose en una fábula.

8.-Modelo de examen:

“El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto ‑ ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]...”. (F.Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos).

1ª. Explique el significado que tienen en este texto de Nietzsche las expresiones “valores supremos”  y “ente realísimo”.
2ª. Exponga la temática planteada en el texto y su justificación desde la posición filosófica del autor.
3ª. Describa el contexto histórico, cultural y filosófico del texto.
4ª. Relacione el tema del texto con otra posición filosófica y exponga, razonadamente, su visión personal del tema, valorando su actualidad.

CONTEXTO CULTURAL DEL TEMA DE DESCARTES: AMPLIACIÓN

El contexto cultural está marcado por el triunfo del Barroco. La palabra “barroco” significa “perla irregular” y define la crisis y el contraste que se da en este período. El Barroco se manifiesta en el arte, en la pintura de Rubens o Ribera que expresa el movimiento, el contraste de esa sociedad, la escultura de Bernini y la arquitectura de obras como el monasterio del Pilar de Zaragoza o el Palacio de Versalles de Paris. El Barroco repercute también mucho en la literatura y en la obra de los grandes representantes de este período se manifiesta la idea de la fugacidad de la vida, el movimiento, el pesimismo, así como el contraste entre realismo e idealismo. Shakespeare, Calderón conciben la vida como un teatro en que cada uno es un actor que desempeña un pequeño papel, o como un sueño efímero del que despertaremos alguna vez. En Cervantes el contraste entre realismo e idealismo es evidente en su obra cumbre: el Quijote.